junio 2019: La espiritualidad del Sagrado Corazón - Apóstoles del Sagrado Corazón

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La espiritualidad
del Sagrado Corazón
El Señor sea contigo para protegerte
delante de ti para guiarte;
detrás de ti para protegerte;
dentro de ti para bendecirte.
¡Se dicen muchas cosas sobre el Corazón de Cristo!  Solo una vez en el Evangelio, el mismo Jesús habla de ello: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera. (Mt.11, 28-30)El que habla es el Señor que declara.

Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. (Mt.11,27)

Jesús, por lo tanto, es consciente de poder; Pero también de la fuente de este  poder, y ahí radica su humildad. No en el temor de ser demasiado débil, incapaz, abrumado por los acontecimientos, sino en la gratitud del Padre que lo da todo.
Por lo tanto, su suavidad no tiene nada que ver con los desmayos o el sentimentalismo. Ser capaz de decir: “Vengan todos  a mi” presupone una capacidad considerable de aceptación y también una gran conciencia de sus propias posibilidades: “¡Yo, les daré un  descanso!” En verdad, la mansedumbre de este corazón es de una fuerza extraordinaria. ¿Quién podría entonces no excluir a nadie y prometer a todos el resto de sus dolores, sus angustias profundas?

Ofrecer a cada uno su yugo “fácil de llevar” supone un conocimiento preciso del otro; un gran respeto por sus fortalezas y sus debilidades. Aquellos que han vivido o viajado en el este recordaran  haber visto esas piezas de madera que, colocadas precisamente sobre los hombros, permiten levantar, sin gran esfuerzo, cargas demasiada pesadas para los brazos. El “hijo del carpintero” debe haber visto de cerca a los yugos heridos, demasiados pesados, demasiados largos o mal ajustados, lastimando los hombros; ¡ Había que trabajar para medir”!.

¡Jesús tiene la intención de decir con “MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN”; vincular a su Padre con plena conciencia de quien esté frente a él y abrirse a los hombres con pleno conocimiento de lo que realmente son, entonces, en efecto, no está en un solo paso, del Evangelio, pero a lo largo del Evangelio: en todas las historias de milagros, donde Jesús se comporta como un charlatán, pero se encuentra con otro ser humano en lo más profundo de si mismo. Donde él pueda curarlo, levantarlo, salvarlo, en todos los diálogos con mujeres (o, escándalo, en su cultura! Lo que demuestra su increíble libertad cuando se trata de amar); con ancianos (Nicodemo), con jóvenes (el rico), con pecadores (Zaqueo), con paganos (el siro fenicio, que lo llenó de admiración. Se adapta a cada uno. Él no pone una carga demasiado pesada para nadie.

En aquel, tiempo respondiendo Jesús, dijo:”Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a sabios y entendidos y se lo revelaste a los niños. Si, Padre, porque así  te agrado.”; pero en respuesta “nadie conoce al Padre, excepto el Hijo y aquel el Hijo desee revelarle

Mismos como hijos de Dios, amados personalmente, donde estamos, no in nuestra propia carga, sino que recibimos instrucciones de llevarlo a la ligera.

En este contacto lo que nos hace conscientes y fuertes, ya que toda la fuerza de amar nos viene de ser amados por el Padre; y también es allí donde encontramos este conocimiento amoroso de los demás que nos permite ofrecer a cada uno exactamente lo que necesita: no es un yugo producido en masa, como lo hacemos fácilmente al imponer reglas ya hechas, aunque sean morales, sino “fáciles de llevar”, porque está bien adaptado a la persona y su carga.

Es esta atención al otro, esta fuerza de bienvenida “¡Vengan todos!” Y toda esta creatividad que no teme ser aplastada por las cargas de los demás: “Haré de nuevo su fuerza”, que define el Corazón de Jesús. Un corazón así, tan abierto a Dios que se siente uno con él, tan abierto a los hombres que puede darles la bienvenida a todos, entendemos que se ha convertido a través de la historia de los cristianos, y eso es de la Iglesia, el símbolo de la “relación “ más perfecta de amor y por lo tanto también del deseo ms profundo del hombre).

Después de todo, nuestras representaciones, a veces tan pobres, querían expresar esta relación de amor, “Corazones Sagrado” pintados o esculpidos, representados con el pecho abierto, heridos o corazones coronados por llamas, etc., era una forma de decir que ese Corazón no se cierra para nadie, que permanece abierto, páselo que pase.

Y aquí está la explicación del poder del texto, aunque misterioso, de Jun. 19,34. Donde el lado atravesado por un  gesto violento y agresivo responde ofreciendo “de inmediato”, sin reticencia, las últimas gotas de vida que contenía.
Aquí Jesús ya no necesita palabras para comunicarse; es l mirada contemplativa la que reconoce a su Señor: “Mirarán a quien ha traspasado” (Jun. 19,37)  y se siente impulsado por él a dar su vida a su vez “Para la multitud” (Mc.14,24).

En los tiempos actuales, donde tantos hombres y mujeres se inclinan bajo una carga demasiado pesada, donde la capacidad de relación libre y profunda es al mismo tiempo tan rara y tan valiosa, éstos tiempos que vivimos son particularmente aptos para redescubrir el mensaje de Jesús en México todo su dinamismo; solo el amor puede levantar cargas, sin que sea demasiado pesado; No somos niños perdidos en un mundo roto, sino amados hijos e hijas conocido, reconocido por un amor personal; Si aceptamos este yugo “fácil de llevar” del amor de Cristo, encontraremos el resto de nuestro “Yo” más profundo, y podremos, a nuestra ve, aliviar la carga de los demás.

Si, nuestros tiempos tienen una gran necesidad y una gran sed de escuchar este mensaje.

¿Pero quién  lo tomara? No es a través de las palabras que uno se comunica, y mucho menos a nuestra edad, donde el vocabulario evoluciona tan rápidamente, donde el lenguaje esta continuamente sujeto a sospecha.
Solo pasará a través de cada uno de los que han decidido pones sus corazones en esta escuela, para que se convierta poco a poco como el de Jesús, “manso y humilde” en verdad, con toda la fuerza, de su propia conciencia de hijo y hermano universal.

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